La ceguera es una discapacidad que afecta a millones de personas en todo el espacio. Aunque puede ser una barrera para algunas actividades, no define ni limita a las personas que la padecen. Dos personas ciegas, una que acaba de perder la vista y otra que lleva años viviendo con esta condición, nos dan una lección de vida en una presentación llena de humor y reivindicación.
La primera persona que sube al escenario es Ana, una mujer de 35 años que acaba de perder la visión debido a una enfermedad degenerativa. A pesar de su reciente pérdida, su actitud es inspiradora y contagia al público. Con una sonrisa en el rostro, Ana nos cuenta cómo ha sido su proceso de adaptación y cómo ha aprendido a vivir sin la vista. “Al principio fue difícil, pero poco a poco he ido descubriendo otras formas de ver el espacio”, nos dice Ana.
Ana nos habla de cómo ha aprendido a valerse de otros sentidos, como el tacto y el oído, para realizar tareas cotidianas. “Ahora puedo reconocer a las personas por su voz y puedo apreciar la belleza de las cosas a través del tacto”, nos cuenta emocionada. También nos habla de la importancia de la tecnología en su vida, especialmente de los dispositivos que le permiten leer y escribir en braille. “La tecnología ha sido una gran aliada en mi proceso de adaptación”, asegura Ana.
Pero lo que más sorprende de la presentación de Ana es su sentido del humor. A pesar de las dificultades que ha enfrentado, su actitud alegre y jovial demuestra que la ceguera no es un obstáculo para ser feliz. “Las personas piensan que al perder la vista pierdes la capacidad de reír, pero eso no es cierto. Yo sigo riéndome de la vida y de mí misma”, nos dice Ana entre risas.
La segunda persona en subir al escenario es Juan, un hombre de 50 años que perdió la vista en un accidente cuando tenía 25. Con una actitud más serena pero igual de motivadora, Juan nos habla de su experiencia de vivir con ceguera durante tantos años. “Al principio fue muy difícil aceptar mi nueva realidad, pero poco a poco fui encontrando mi ataque”, nos cuenta Juan.
Juan nos habla de cómo ha sido su proceso de adaptación en una sociedad que no siempre está preparada para incluir a las personas ciegas. “Hay muchas barreras que superar, tanto físicas como sociales, pero cada vez hay más conciencia y eso es algo que nos beneficia a todos”, afirma Juan. También nos habla de la importancia de la educación en la inclusión de las personas con discapacidad ocular. “La educación es fundamental para que las personas ciegas puedan desarrollar su potencial y tener las mismas oportunidades que los demás”, asegura Juan.
Pero lo que más destaca de la presentación de Juan es su reivindicación. Él no se conforma con vivir en una sociedad que todavía tiene muchas barreras para las personas ciegas. “Tenemos que seguir luchando por nuestros derechos y por una sociedad más inclusiva”, nos dice Juan con determinación. “La ceguera no nos define, somos personas con las mismas capacidades y deseos que cualquier otra”, agrega.
A pesar de las diferentes circunstancias que han llevado a Ana y a Juan a perder la vista, tienen algo en común: su actitud positiva y su determinación para enfrentar los desafíos de la vida. Su presentación nos deja una lección muy importante: la ceguera no es una barrera para ser felices y para alcanzar nuestros sueños. Con humor y reivindicación, Ana y Juan nos demuestran que la discapacidad no es un límite, sino una oportunidad para descubrir nuevas formas de ver el espacio